La Bula?... Déjame el bacalao con un buen blanco.
Se acerca la semana de Cuaresma, semana en la que los creyentes deben hacer un pequeño esfuerzo gastronómico dejando a un lado la carne. En la antigüedad se trataba de un auténtico ejercicio de austeridad, ya que el Viernes Santo y el Miércoles de Ceniza se debía ayunar y abstenerse de comer comida durante el día entero, hasta llegar al Viernes de Cuaresma donde la abstinencia sólo afectaba a las comidas con carne. El ayuno se entendía como la realización de una comida al día sin lujos ni manjares.
Llegamos a mi parte preferida, la Bula. Permiso (nada recaudatorio) por el cual la Iglesia otorgaba al comprador, la libertad de comer ciertos productos dependiendo de la generosidad y su consecuente privilegio.
La prohibición llegaba a los productos lácteos y derivados, huevos y carne, dejando las verduras, legumbres y pescados como la única fuente de alimento en la Cuaresma. Sobre todo, y por el marco social, el bacalao salado o las sardinas y caballas escabechadas han sido unos de los productos más consumidos.
Uno de los platos más típicos en nuestro país, han sido los potajes de verduras y legumbres con bacalao. Estos platos han derivado a día de hoy en auténticas obras de arte. Con lo que nunca contó la Iglesia es con la habilidad gastronómica del pueblo mediterráneo, capaz de sacar partido de toda su riqueza, creadores de unos potajes, pescados en salsa, salazones de pescado y otras barbaridades culinarias que harían llorar a los ángeles más celestiales.
De mi abuela Mercedes, oriunda de La Torre de Juan Abad pueblo de Ciudad Real, recuerdo un potaje muy castizo, buñuelos de bacalao con garbanzos; una gastro-experiencia impresionante. De mi abuela Blasa, nacida en Chilluevar, Jaén, recuerdo sus dulces típicos, sobre todo unos roscos gigantes y ahuecados, y lo mejor, unas flores fritas azucaradas; recuerdo estar alrededor de ella mientras las freía para toda la familia, ver cómo se formaban en el aceite del pueblo; era una tradición y un espectáculo para los niños.
De estos ejemplos está la península llena, de tradición y una vuelta de tuerca a una supuesta austeridad que nunca contó, con la capacidad culinaria como gran enemiga y, como no, pensando en estos potajes, estos pescados, nosotros desde Enterwine queremos asociarlos a esos vinos blancos untuosos, blancos perfectos para estos opulentos platos, de paso grueso pero con fruta y acidez suficiente como para mantener un equilibrio entre plato y bebida.
Para ello, hemos pensado en especial en los blancos gallegos, perfectos para estas ocasiones, con unos varietales como la Godello, Albariño y Treixadura. También hemos elegido un par de sorpresas que no desvelaremos hasta la cata. Os esperamos sorprender y que descubráis unos vinos ideales para estas fechas tan señaladas. Mientras, id afilando el lápiz.
Y ya sabéis: Probad, catad y decidid, es vuestra elección!
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